AGUA DE MAR

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AGUA DE MAR

Hace unos días atendimos en el hospital a un joven con síntomas de debilidad, sed y niveles elevados de sodio (sal) en sangre. El motivo: llevaba bebiendo varios días agua del mar. Había leído en varias web las bondades de hacerlo y decidió aplicarlo rápidamente para mejorar su salud.
La vida en la tierra, parece que se gestó en el agua. Los primeros organismos vivos (protocélulas) seguramente se encontraban flotando en un océano primitivo, rico en sal, del que obtenían los nutrientes para vivir. Tras millones de años de evolución en la tierra, los animales terrestres seguimos necesitando agua y sal para sobrevivir, pero hemos desarrollado estrictos mecanismos de control, para mantener sus concentraciones estables en los distintos compartimentos del organismo. El contenido en agua de un sujeto viene a suponer el 60% de su peso corporal total, aunque varía mucho en función de la edad, sexo y cantidad de grasa. Más o menos dos tercios del agua del organismo está dentro de las células y el otro tercio fuera. Precisamente, las células se encuentran bañadas por un líquido (se llama “instersticial”) que se parece discretamente al mar, ya que contiene altas cantidades de sal (10 veces más respecto al interior de las células). La sangre también contiene la misma concentración.
Siguiendo este razonamiento está de moda beber agua de mar para curar todo tipo de enfermedades y mantener la salud a largo plazo, como si fuera la fuente de la eterna juventud o el elixir de la vida. La web está llena de testimonios positivos en este sentido basados en muchas “evidencias”, aunque en la literatura científica (léase PUB-Med), por desgracia , no se encuentran.
Aun asumiendo las supuestas bondades de beber agua de mar, no es lo mismo tomarla tratada que cogida directamente de las limpias aguas que bañan nuestras playas. Me explico. El agua de mar, no diluida, contiene una cantidad de sal muy superior a la de la sangre o del líquido intersticial (unas cuatro veces más). Los riñones, para retirar el exceso de sal, necesitan eliminar mucha agua por lo que, de forma paradójica, lo que se provoca es una deshidratación en el organismo.
Así que, para beber, les recomiendo el agua del grifo o, si lo prefieren, mineral o de manantiales potables. El agua de mar (y, desde luego, sin diluir o tratar) déjensela a los peces.

Gabriel Olveira Fuster

Especialista en Endocrinología y Nutrición y ejerce su labor asistencial en la Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga como Jefe de Sección. Es profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga e investigador del Instituto de investigación Biomédica de Málaga. Tanto su actividad asistencial, en el hospital, como sus trabajos de investigación están relacionados principalmente con la Nutrición Clínica y Dietética y la Diabetología. Ha publicado libros y artículos científicos en revistas especializadas en este campo.  Colabora como articulista para “Málaga en la Mesa” del Diario Sur en temas de divulgación sobre Nutrición.